Luc Brisson sobre la obra de Pedro Amorós, La tradición en Platón
Pedro Amorós propone en La
tradición en Platón una aproximación original a Platón, no tanto literaria
o filosófica como antropológica, en la línea desarrollada por la Escuela de París
representada sobre todo por Jean-Pierre Vernant, Pierre Vidal-Naquet y Marcel
Detienne, y a la cual yo mismo he pertenecido. La aproximación antropológica de
la Escuela de
París no puede estar al mismo tiempo separada de las investigaciones llevadas a
cabo en otros lugares por Moses Finley, Jack Goody y Arnaldo Momigliano entre
otros.
Pero, para empezar, ¿qué
es la tradición? En general, se puede decir que es un conjunto colectivo de
saberes y de valores transmitidos en una comunidad determinada de generación en
generación. Estos saberes y estos valores, anónimos por definición, no son
objeto de exposiciones ni de tratados; son ilustrados, o más bien puestos en
común, a través de relatos comunicados de un individuo a otro o a un grupo.
En una primera época,
esta transmisión no pudo ser más que oral. Pero como toda transmisión oral
implica una pérdida de información se sintió muy pronto la necesidad de
especialistas del discurso, los poetas, quienes, para preservar mejor el contenido,
dieron forma a estos relatos imponiendo un metro y acentuando fórmulas
recurrentes. Parece que no fue más tarde del siglo IV cuando las composiciones
de estos poetas fueron consignadas por escrito. La aparición de la escritura
modificó radicalmente la relación de los antiguos griegos con el conocimiento.
En una civilización de la oralidad, la última versión de un relato es la buena.
Pero cuando la escritura fija un relato sobre un soporte la comparación entre
las versiones se convierte en un hecho y la crítica se impone de forma
inevitable, pues todo texto escrito en el cual se ha inspirado puede ser
discutido sobre un punto u otro. El uso de la escritura explica, pues, en la Grecia antigua la aparición
de dos géneros literarios: la historia y la filosofía.
Platón vivió en un mundo
donde la escritura se había impuesto definitivamente: se ponen, entonces, por
escrito las leyes, las obras teatrales, la historia, los discursos en la Asamblea y el Tribunal…Y
es en este contexto cultural, después de Sócrates -que, sin embargo, no había
escrito nada-, cuando Platón quiere imponer un nuevo género literario, la
filosofía, que él define por oposición a la tradición que estudia y critica.
Platón, en efecto, concede un nombre a estos relatos que transmite la tradición,
"mitos (mûthoi)", y les hace dos reproches: son relatos que no
tienen nada que ver con una argumentación rigurosa; y son inverificables debido
a su alejamiento en el tiempo y en el espacio. La filosofía debe tomar el
relevo; haciendo tabla rasa del pasado pretende crear un discurso argumentativo
y verificable. Dicho esto, esta aproximación antropológica a Platón, que
rechaza la interpretación alegórica de los mitos teniendo en cuenta que no son
portadores de verdad, aporta mucho a una comprensión de los diálogos.
En un plano ético, Platón
critica ciertos valores transmitidos por el mito, tal como se ve en los libros
II y III de laRepública. Pero todo el sistema retributivo de la ética platónica
se fundamenta en los mitos escatológicos que evocan el juicio de las almas (en
el Gorgias, el Fedón y la República sobre todo) y
sobre la idea de metempsicosis (en el Fedro y el Timeo).
Por lo que se refiere a
la política, Platón tiene en cuenta aquello que la tradición pretende saber
acerca del pasado (en el Critias y en el libro III de las Leyes). Más
aún, el mito llega a ser un instrumento en el dispositivo mismo del poder. En
la República (en el libro III, 414b-415c), el mito de la autoctonía y
el mito de las razas permiten resolver un problema insoluble sobre un plano
racional: ¿cómo asegurar la unidad de una ciudad dividida en tres grupos,
estando los dos grupos superiores radicalmente separados del tercero? Y en las
Leyes, cada ley que formula una obligación y que enumera las penas para
aquellos que no respetan dicha obligación, está precedida por un preámbulo que
puede ser un mito o una exhortación retórica, y que está destinado a persuadir
al ciudadano antes de que atesore la idea de infringir la ley. En otros
términos, las leyes escritas se fundamentan en la costumbre, que constituye la
trama.
En realidad, es necesario
relacionar toda la metafísica platónica con el mito. En el Fedro se
encuentra la exposición más larga e interesante sobre el alma y sus
peregrinaciones, antes y después de su reencarnación. Ahora bien, Platón
confiesa aquí su incapacidad para ofrecer una definición argumentada del alma;
se limita a proponer una imagen, la de un auriga subido a un carro alado tirado
por dos caballos, a quien sigue un cortejo de dioses y daimones que van a
contemplar la realidad inteligible más allá de la esfera del mundo, antes de
caer en una serie de cuerpos terrestres. Todo esto se desprende del mito por
una razón bien evidente. El alma es una realidad intermediaria entre lo
sensible y lo inteligible, los dos únicos dominios donde la verdad es posible.
En definitiva, los dos elementos que caracterizan el pensamiento de Platón, a
saber, el alma que puede estar separada de todo cuerpo terrestre y las formas
inteligibles que sólo puede contemplar el intelecto, la "parte" más
elevada del alma, se desprenden del mito. En otro diálogo, en el Menón (81a-b),
Platón reconoce estar inspirado, en estos temas, por "sacerdotes y
sacerdotisas" que no es posible identificar. Aún siendo evidente que el
filósofo ha transformado las tradiciones religiosas en las que se inspira, no
es menos evidente que su pensamiento echa raíces en dichas tradiciones.
Todo esto contribuye a
resaltar la originalidad y la importancia del libro de Pedro Amorós, que se
interesa por el papel jugado por el mito en Platón, en el plano ético y
político. Las notas largamente desarrolladas y el anexo bibliográfico permiten
al lector comparar el planteamiento de Pedro Amorós con el de otros investigadores
y, de este modo, valorar el trabajo desarrollado.