Ediciones Irreverentes
publica la obra del etólogo y Premio Nobel de Medicina Konrad Lorenz: “El
anillo del rey Salomón”.
Konrad Lorenz, afirmó,
con cierta ironía, tras vivir dos guerras mundiales: “Creo haber encontrado el
eslabón perdido entre el chimpancé y el hombre civilizado; somos nosotros”.
Lorenz es uno de los padres de la etología o ciencia del comportamientos; una reciente
disciplina surgida de la biología, que logró reconocimiento universal tras el
Premio Nobel recibido por Lorenz.
“El anillo del Rey
Salomón” es una obra de gran interés, en la que hace un estudio sobre la
comunicación y la violencia en los animales, así como su relación con el ser
humano. En muchos casos, las consecuencias que obtiene en sus estudios con
animales son extrapolables al hombre. Si se pone en una situación similar a
animales de una misma especie se verá que mantienen comportamientos similares a
los que podríamos llamar formas estables de comportamiento. En los grupos de
animales, como en los humanos, hay jerarquías, déspotas, enfrentamientos
territoriales o por una hembra, y signos/mensajes invariables para cada
necesidad, lo que podríamos llamar un lenguaje. El libro analiza los
comportamientos animales en dos aspectos claves: comunicación y violencia,
aspectos en los que no difieren tanto del ser humano como se podía pensar.
Lorenz utiliza con
acierto la leyenda según la cual el rey Salomón podía mediante el uso de un
anillo comprender el lenguaje de los animales y ser entendido por ellos. Sin
ningún anillo, con la simple observación, se puede comprobar cómo es posible
entender los lenguajes de los animales y descubrir como algunos de los
considerados más frágiles pueden convertirse en los animales más despiadados de
la creación, lo que no es sino una metáfora de cómo los seres humanos pueden
convertirse en asesinos o en líderes políticos capaces de organizar una guerra
tan sólo porque han perdido los mecanismos de inhibición de la violencia que
poseen animales de tan escasa buena imagen como es el caso del lobo.
Konrad Lorenz afirma:
“Sólo hay un ser que dispone de armas que no han crecido con su cuerpo y de las
cuales nada saben en sus formas innatas de comportamiento; de aquí que no
existan las consabidas y eficaces inhibiciones. Este ser es el hombre.
Incesantemente aumenta el poder mortífero de sus armas. Sin embargo, los
instintos y las inhibiciones innatas necesitan para desarrollarse, espacios de
tiempo comparables a los que se requieren para adquirir nuevos órganos, o sea,
períodos de una longitud tal que sólo están acostumbrados a ellos los geólogos
y los astrónomos, pero de ningún modo los historiadores. (…) Día vendrá en que
cada uno de los contendientes será capaz de aniquilar al adversario. Puede
llegar el momento en que la Humanidad se encuentre dividida en dos bandos con
estas características. ¿Nos comportaremos entonces como las liebres o como los
lobos? El destino de la Humanidad dependerá de la forma en que se resuelva esta
pregunta. Existen motivos de preocupación.”
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